Cada paso que damos, longitud, energía y dirección implican una consecuencia. Han pasado cosas que aún no termino de procesar y que muy seguramente solo entenderé con el transcurso de los meses, que en este momento significan ya, el próximo año. Es común reflexionar en estas fechas sobre cómo habitamos el tiempo, las decisiones que tomamos y todo lo que nos ha ocurrido.
Este año mi producción fue escueta, no siento que haya realizado un proyecto con la potencia con los que inicié mi carrera, las últimas semanas he estado en las manos del desconcierto y la desesperanza ha sido la manera injusta de fustigar mi presente.
Tener la noción de que la vida termina en un segundo y de que nada es seguro, es una cosa y otra completamente diferente es comprenderla y asimilar que no hay reglas, la vida no respeta los deseos de nadie, solo se presenta con los acontecimientos con los que tenemos que lidiar. Este año murió mi abuelo Francisco, terminé una relación significativa y entré a un camino profesional completamente diferente del que me planteé al salir de la universidad. Siento que la vida no se cansa de dar cachetadas, pero eso significa que tampoco deja de arrojar otras oportunidades.
Este año fue corto y largo al mismo tiempo, no alcanzo a ver con claridad mi presente, pues el dolor de las pérdidas aún turba el alcance de mi vista. Las piezas de este rompecabezas no están listas para encajar en ningún lado y creo que ni siquiera terminé de leer un libro aún. No importa que las ideas no tengan coherencia, la vida tampoco lo tiene: somos finitos.
El camino que he empezado no es cómodo, es retador y de muchas maneras es solitario. Me doy cuenta de las convenciones de nuestra sociedad que esperan que uno sea de una u otra forma, se justifican en su miseria y romantizan la precariedad en todos sus sentidos, como si aguantar fuera un mérito honorable. Yo pago el precio de ser quien soy y es alto, pero lo prefiero sobre el hecho de volver a abandonarme a mí misma y tolerar y aceptar cosas para encajar en situaciones o en lugares para sentirme aceptada, no lo necesito. Yo nunca he encajado del todo y las veces que traté de hacerlo me lastimé mucho a mi misma, jamás para mí es jamás y serme fiel a mí, a mis valores y convicciones es el pacto más sagrado que he hecho conmigo misma y honro cada día con mis acciones.
Supongo que ahora solo se trata de estar de pie frente al mar en picada y resistir la turbulencia de las olas, llegará el momento en que el mar encuentre la paz y las olas vuelvan a ser caricias.
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